La visita de Conchita al Padre Pío

La visita de Conchita al Padre Pío

En febrero de 1967, Conchita llegó a Roma con su madre, con un sacerdote español, el padre Luis Luna, con el Profesor Enrico Medi y con la Princesa Cecilia de Borbón-Parma. Había sido llamada allí por el Cardenal Ottaviani, Prefecto del Santo Oficio, dicasterio llamado hoy Congregación para la Doctrina de la Fe. Fue durante esta visita que Conchita tuvo una audiencia privada con el Papa Pablo VI, durante la cual sólo cinco personas estuvieron presentes con el Pontífice. Tenemos sobre esto el fiable testimonio del Profesor Medi, entonces Presidente de la Asociación Europea de Energía Atómica y amigo del Papa, que era uno de los cinco presentes.
 
Como Conchita tuvo que esperar un día antes de su reunión con el Cardenal Ottaviani, el Profesor Medi sugirió que, ya que tenían algo de tiempo libre, fueran a San Giovanni Rotondo a ver al Padre Pío.
 
A continuación, el resumen de la propia Conchita acerca de la visita, tomado de la entrevista de NEEDLES de 1975:
 
Todos estábamos de acuerdo, así que salimos para el Monasterio en el coche alquilado del Profesor Medi. Llegamos como a las nueve de la noche y nos dijeron que no podríamos ver al Padre Pío hasta la mañana siguiente en su Misa de cinco.
 
Antes de Misa, el Padre Luna y el Profesor fueron a la sacristía. El Profesor me contó más tarde lo que ocurrió allí. Dijo que el Padre Luna había dicho al Padre Pío que la Princesa de España estaba allí para verle. El Padre Pío dijo entonces al Padre Luna: «No me siento bien y no podré verla hasta más tarde hoy». El Profesor Medi dijo entonces: «Hay otra persona que quiere verle también. Conchita quiere hablar con usted.» Padre Pío dijo entonces: «¿Conchita de Garabandal? Vengan a las ocho de la mañana».
 
Al llegar, fuimos conducidos a un pequeño cuarto, una celda, que tenía una cama, una silla y una pequeña mesita. Le pregunté al Padre Pío si este era su cuarto y si él dormía ahí, a lo cual respondió: «Oh, no. No pueden ver mi cuarto. Este es un cuarto rico». En ese momento no sabía la clase de hombre santo que era el Padre Pío, como ahora lo sé. Entonces yo era muy joven; tenía sólo 16 años.
 
P. ¿Quién estaba en el cuarto contigo?

Conchita: Sólo mi madre, el Padre Luna y un sacerdote del Monasterio que hablaba español y estaba tomando muchas fotos. No recuerdo que la Princesa y el Profesor estuvieran allí.
 
P. ¿Puedes decirnos qué se dijo durante tu visita al Padre Pío?

Conchita: Sólo recuerdo un poco. Sí recuerdo que el sacerdote que había estado tomando fotos pidió permiso para ello al Padre Pío, que le respondió: «Has estado tomándolas desde que llegaste».
Recuerdo que tenía el crucifijo besado por Nuestra Señora, y que dije al Padre Pío: «Esta es la Cruz besada por la Santísima Virgen. ¿Quiere besarla?» El Padre Pío tomó entonces el Cristo y lo colocó en la palma de su mano izquierda, sobre el estigma. Tomó entonces mi mano, que colocó sobre el crucifijo, cerrando los dedos de esa mano sobre mi mano; con su mano derecha bendijo mi mano y la cruz. Lo mismo hizo con mi madre cuando ella le dijo que por favor bendijera su rosario, también besado por la Virgen. Yo estuve de rodillas durante todo el tiempo que estuve ante él. Me tomó de la mano, con la cruz, mientras que me hablaba.

EL PADRE PÍO Y EL MILAGRO

 La forma en que el Padre Pío se involucró en los eventos de Garabandal fue en parte la causa de que le hubiese sido concedido un privilegio que tan sólo a otra persona [En la noche del 8 de agosto de 1961, el P. Luis Andreu S.J. tuvo una visión del Milagro mientras observaba a las videntes en éxtasis en los pinos, sobre una colina cerca del pueblo de Garabandal. El Padre Andreu murió a la mañana siguiente durante su regreso a casa.] le había sido concedido. Vio el gran Milagro antes de morir.
 
Una de las profecías de Nuestra Señora en Garabandal en relación con el Milagro fue que el Santo Padre lo verá desde cualquier sitio donde esté, y que el Padre Pío lo vería también. Al morir el Padre Pío en 1968, Conchita quedó perpleja, preguntándose por qué la profecía aparentemente no se había cumplido. Un mes más tarde fue tranquilizada, recibiendo además un regalo precioso.
 
El 16 de octubre de 1968, Conchita recibió un telegrama de Lourdes, proveniente de una mujer de Roma a quien Conchita conocía. En el telegrama pedía a Conchita ir a Lourdes para recibir una carta del Padre Pío dirigida a ella. El Padre Alfred Combe y Bernard L’Huillier, de Francia, estaban en ese momento en el pueblo y accedieron a llevar a Conchita y a su madre a Lourdes. Partieron esa misma noche. Con el afán, Conchita olvidó su pasaporte. Al llegar a la frontera fueron detenidos durante seis horas, y sólo gracias a un pasaporte especial, firmado por el Gobernador Militar de Irún, pudieron pasar la frontera hacia Francia.
 
En Lourdes se entrevistaron con los emisarios del Padre Pío de Italia, entre los cuales estaba el Padre Bernardino Cennamo, O.F.M.  El Padre Cennamo no era realmente de San Giovanni Rotondo, sino que pertenecía a otro monasterio. Era, sin embargo, bien conocido por el Padre Pío y por el Padre Pellegrino; éste último fue quien cuidó al Padre Pío durante sus últimos años y transcribió la nota para Conchita dictada por el Padre Pío.
 
El Padre Cennamo dijo a Conchita que no había creído en las apariciones de Garabandal hasta que el Padre Pío le pidió darle el velo que cubriría su cara después de su muerte. El velo y la carta fueron entregados a Conchita, la cual preguntó al Padre Cennamo: «¿Por qué la Virgen me dijo que el Padre Pío iba a ver el Milagro y ha muerto?» El Padre le respondió: «Él vio el Milagro antes de morir, me lo dijo él mismo.»
 
Al regresar a casa, Conchita decidió escribir sobre el incidente a un amigo en Madrid. De nuevo nos referimos a lo dicho por Conchita en la entrevista de NEEDLES de 1975:
 
Tenía el velo ante mis ojos mientras escribía cuando, de repente, toda la habitación se llenó con una fragancia. Había oído sobre las fragancias del Padre Pío, pero nunca les había dado mayor importancia. El cuarto entero olía a un perfume tan fuerte que comencé a llorar. Era la primera vez que experimentaba esto. Ocurrió después de su muerte.

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